Había una vez un carpintero pobre y solitario. Se llamaba Geppetto. Vivía completamente solo en una pequeña habitación. El carpintero decidió fabricar una marioneta para que le hiciera compañía. La llamó Pinocho, y fue tanto el amor que puso al fabricarla que se convirtió en algo más que una marioneta de madera. Pinocho parecía un niño real y podía bailar y saltar sin que nadie le tuviera que mover ningún hilo. Y eso era exactamente lo que quería ser.