Anna no habla y eso le genera una cantidad de problemas. Pero a ella no le interesa. Por el momento tiene algunas preocupaciones más importantes, como el hecho de escuchar en su cabeza la voz de su madre desaparecida pidiéndole ayuda, o que su padre la obligue a vivir en el vivero y que le prohíba entrar en casa porque “es muy peligroso”. Anna comienza a desconfiar de todo: de que su madre haya desaparecido, de que su padre no sepa dónde se encuentra y de que la casa sea realmente peligrosa.